martes, 12 de junio de 2012

PROGRAMA PASTORAL A FAMILIAS QUE ESTÁN VIVIENDO SITUACIONES DE DIVORCIO EN LAS IGLESIAS PENTECOSTALES



Adolfo 
Céspedes Maestre
Universidad Reformada



Una de las labores específicas de la iglesia es de dar acompañamiento en áreas difíciles en las que las personas se sienten vulnerables, brindar apoyo, consuelo, refugio y estimular de una a otra forma al crecimiento integral de cada ser humano que convive en su comunidad; pero vivimos una triste realidad que en vez de cooperar en su desarrollo personal a veces destruimos no solo sus medios sociales sino también su interior, creando una crisis potencial. La iglesia es la comunidad idónea para ofrecer ayuda solidaria en situaciones de crisis.

Las comunidades en donde se lleva una mala práctica de ayuda al dialogo a las relaciones personales, solo se han centrado en  buscar interiorizar el dolor individualmente en cada pieza del cuerpo conyugal, buscando culpables, y no a mirar el contexto, la base y las fuentes que pudieron haber producido esta rotura.

Otras comunidades solo han visto como se ha producido, porque, para que, cuáles han sido las causas y consecuencias de esta fase del rompimiento de un vínculo matrimonial, pero no han analizado el dolor de la perdida, las consecuencias psicológicas, espirituales, y hasta físicas que pudieron haberse creado en esta crisis. Eso nos indica que no se ha llegado a un equilibrio para la mejora social de las comunidades.

En sentido amplio, divorcio significa toda separación legal que se presente entre los esposos. En sentido estricto, significa la ruptura del vínculo conyugal que los liga.
Pero al conocer de qué se trata el divorcio y que implicaciones etimológicas contrae necesitamos considerar un cierto tipo de cuestionamientos que nos lleven a un amplio conocimiento a cerca de una labor sana para los divorciados y los que están viviendo esa realidad, como ¿Cuál es el plan de Dios para el matrimonio?, ¿En realidad conocemos sus funciones?, ¿Será que en verdad somos una iglesia que brindamos el acompañamiento pastoral  que  los divorciados necesitan?

Es por esto que la iglesia frente a esta realidad debe tratar de acudir como respuesta a una sociedad en dónde se trabaja de tan mala forma frente a esta situación, pero para que sea más efectivo su labor debe tratar de responder a los siguientes aspectos ¿Qué clase de estabilidad socio-afectiva producirá un planteamiento educativo a estas comunidades en cuanto al tema del divorcio?, ¿Qué tipo de Dios estamos presentando en nuestra comunidad en cuanto al grupo de personas que sufren crisis de separación conyugal?, ¿Será que la Biblia condena o ayuda a los divorciados? Pero más si están o no de acuerdo debería ser ¿De qué manera abordaran el tema de tal manera que pueda presentarse propuestas salutogenas para su comunidad y su contexto social?

Se Abarca a las comunidades pentecostales evangélicas de la ciudad de Barranquilla actualmente, no importando su aspecto Conciliar o  composición denominacional; las Iglesias evangélicas pentecostales son aquellas que tenemos más cerca de nuestro análisis, es por esto que se toma el atrevimiento de plantear una correcta manera de acercarse a las personas afectadas por estas crisis.

Entiéndase iglesias Evangélicas como las diversas denominaciones cristianas que aunque presenten diferentes grados de diferenciación entre sí, a nivel de eclesiología, liturgia, o doctrinas secundarias, afirman tres creencias básicas dentro de su doctrina primordial: la trinidad, salvación solo por la fe en Cristo y la infalibilidad bíblica.

Las iglesias que conviven con tantos marginados, y familias con problemas de violencia intrafamiliar son los más afectados y por lo tanto son aquellos que necesita de la orientación teológica, psicológica y social inmediata a la vez que unas pautas claras para su abarcamiento ante este de manera eficaz,  que fortalezca los lazos del amor, en sus comunidades. A esto fue llamada, a emprender a los feligreses en el amar a Dios y al otro, como a sí mismo. El amor es la fuerza y la única unión del matrimonio. Si se disuelve el vínculo del amor; si no existe la propia identificación en la otra persona –entonces, el vínculo legal de la ley matrimonial deja de tener todo sentido. La unión del amor es antes y mayor que la ley civil o el rito religioso, que son la consecuencia de la expresión de ese amor.

Por eso debe tomar en cuenta que bajo esta base las comunidades deben construir sus relaciones sociales, sobre el amor al otro, aunque se crearan situaciones de divorcio en medio de ella.  Relaciones personales e interpersonales que no crezcan sobre el fundamento del amor y la solidaridad para con el otro, no son relaciones de justicia y llenas de comprensión.

Por esto podríamos afirmar que según la base de nuestra experiencia la mayoría de las familias pentecostales se han roto por problemas de comprensión y de saber resolver sus problemas, la tan mala forma de resolver sus problemas ha sido el causal de matrimonios rotos en estas comunidades. Pero veamos que el amor construye la igualdad, que es tan necesaria más cuando se habla de encontrar culpables en esta problemática que nos agobia.
En este tipo de comunidades religiosas, se observa que aunque otras prefieren vivir el miedo y el ahogo a una violencia intrafamiliar, que vivir quizá como un supuesto castigo por parte de Dios al tomar la decisión de divorciarse. Prefieren vivir una vida llena de maltratos y de hijos desorientados y viendo el reflejo de este tipo de situación, para luego ser ellos mismos los herederos de fracasos familiares. Frecuentemente se requiere de la intervención de los psicólogos y de pastores especializados en esta área.

Entre los conflictos más difíciles de resolver en los procesos de ruptura familiar es el contacto de los hijos con los padres después de la firma en el juzgado, los niños siempre tienden a ser los más perjudicados en estas comunidades, algunos de estos crean resentimientos con las mismas comunidades, con sus padres, y hasta con Dios. En los divorcios conflictivos es frecuente que las disputas interparentales se mantengan durante diversos años, permaneciendo los integrantes de la familia en una situación traumática durante un espacio de tiempo considerable. Una de las razones por las que el divorcio puede ser particularmente estresante es la probabilidad de que sea precedida y seguida por un período de conflicto en muchas de las áreas de sus vidas.

Cuantas personas sienten que se violan sus principios, derechos y valor, por el pensamiento egoísta, por la búsqueda del placer y el querer de los propios beneficios de su otro cónyuge. Pero cuando ayudamos a estas personas a enfrentar sus situaciones de crisis conyugales, generamos aceptación y con ello las ganas de seguir adelante y enfrentar el rompimiento.
Algunas de las causas y de los problemas comunes en las relaciones matrimoniales que generalmente terminan en divorcio, es que uno de ellos está insatisfecho, o no es consciente de alguna forma de las heridas que causan en el corazón de cada persona, quizá porque no comunica abiertamente sus sentimientos, así que lleva un diario mental de todas las injusticias que percibe de su cónyuge, y termina distanciándose, inconforme y buscando motivos para la ruptura, y de pronto debido a esto  decide abandonar al otro por alguna una crisis o debido a otra persona, así pide el divorcio y queda satisfecho por el.

La iglesia debe  ayudar a la persona a identificar las necesidades  no satisfechas de su ex cónyuge, ya que siempre tenemos la tendencia de mirar sus errores y nunca hacer introspección, de manera que ellos puedan preguntarse ¿será que necesitaba su cónyuge amor incondicional?, ¿le hacía falta a su cónyuge un sentido de reconocimiento e importancia dentro del matrimonio?, ¿podía haber necesitado mayor seguridad emocional dentro de la relación?, así mismo llevar algunas pautas para su sanidad, como reconocer que independientemente de si querías divorciarte o no, estás viviendo un serie de cambios y perdidas, que te provocan diferentes emociones negativas y afectan toda tu vida, es importante que entiendan que lo que sucede es normal, y que aunque muy doloroso es un proceso que tiene un principio y también tiene un fin, el final no es la firma ante el juez,  es el momento en el que logras tu recuperación física y emocional.

A demás logramos ver claramente que la biblia no condena a las personas que nuevamente se casan, ni el mismo Jesús lo hace, solo deja una voz en la conciencia de cada persona, y es que tengan bien definido las funciones de un matrimonio, la longevidad, y sus propósitos específicos, que no es un juego como muchos judíos de aquella época lo tomaron, sino que es una responsabilidad de dos personas que tomaron una decisión de convivir juntos, el mismo pablo en muchas de sus cartas hace ver la importancia, aunque cree que solo es posible el divorcio por la razón obvia de  mutuo acuerdo. Es por esto que creemos firmemente que no solo es el hecho de aceptar si es posible o no, si no los resultados imprescindibles con los que la iglesia debe acudir.

Hay que guiar a la gente a practicar a algunas pautas para su sanidad, como reconocer que independientemente de si querías divorciarte o no, estás viviendo un serie de cambios y perdidas, que te provocan diferentes emociones negativas y afectan toda tu vida, es importante que entiendan que lo que sucede es normal, y que aunque muy doloroso es un proceso que tiene un principio y también tiene un fin, el final no es la firma ante el juez,  es el momento en el que logras tu recuperación física y emocional.

Debe darse permiso para sentir cualquier emoción que surja, no la nieguen, debe expresarlo de manera adecuada, en el lugar, momento, persona y forma adecuada. Reconocer, aceptar, expresar y trabajar por ellas  es la forma correcta para lograr una sanidad.
Debemos estimular y agregar ideas positivas y de motivación, que de una a otra forma se creara un bien de todo esto que está sucediendo, y que de esta manera pueda buscar nuevas actividades y relaciones que sean parte de su ayuda, si tienes hijos, necesita que ellos puedan comprender la situación tal y como ella es, y a la vez que no se involucre con una nueva pareja hasta que realmente este recuperado, haya sanado sus heridas y trabajado sus emociones, como labor pastoral necesitamos apoyarlos en la etapa de la crisis, de la reorganización y la etapa del ajuste.

Queremos proponer una forma o un mecanismo para que los pastores pentecostales puedan realizar un acompañamiento terapéutico, pastoral para los divorciados o los que están atravesando este tipo de crisis, es una manera en que estos puedan a cercarse a sus feligreses y crear sanidad en sus comunidades.

1.         Escuche con atención y solicitud
Eso permite que la persona afligida se desahogue y que el consejero o el pastor se informe de la situación.
2.         Haga algunas preguntas con delicadeza pero con persistencia
¿Desde cuándo existe este problema en el hogar? ¿Por qué ahora representa una crisis? ¿Quién se siente como el más afectado? ¿Cómo sienten la relación conyugal? ¿Cuál fue la real causa de la separación? Esto ayuda a las personas a examinar el problema en su totalidad y a obtener una perspectiva más amplia. También les ayuda a tomar consciencia de sus recursos internos y externos, y a disminuir el nivel de confusión y ansiedad.
3.         Provea información vital
Es importante poseer la información clara a cerca de la naturaleza y la dinámica de los porqués del divorcio, y aun a quienes se interviene en el proceso, para que comiencen a buscar o a orientar sus formas de relacionarse unos a otros.
4.         Esclarezca las posibles alternativas viables, y determine los conflictos, problemas y decisiones más importantes que de ellas se derivan
Una de las mejores formas para lograr estos resultados son las preguntas que se le puede formular al cliente o aconsejado. Como ¿Qué ve usted ahora como las verdaderas opciones que tiene por delante? ¿Cuáles serian las posibles consecuencias de cada una de ellas? ¿Podría usted enfrentar estas posibilidades? ¿Cuáles podrían ser los efectos en usted y en su familia de sus próximas decisiones?
5.         Ayude a la persona a escoger el próximo paso y a darlo
No importa si ese pequeño paso es pequeño, será de gran ayuda para romper la parálisis de la indecisión crónica. El pastor no tiene que decirle que hacer, porque estaría haciendo a una persona co dependiente, más bien debería ayudarle a planificar los pasos que debería esta persona dar, para descubrir posibilidades de mejoría o de terminación de la relación.
6.         Ore con esta(s) persona(s)
Esto ayuda a las personas afectadas a depositar sus cargas en las manos de Dios (y no en las del consejero o facilitador), y al consejero a no llevarse la carga a casa. (Maldonado J. 2005)

La separación no es un fracaso, el proceso de duelo puede ser una oportunidad para crear nuevas alternativas en nuestro espacio de vida. Este ensayo fue elaborado con fines muy personales desde mi realidad, una realidad que quizá aunque fue muy dura, en donde hubo momentos de desesperación, negación, rabia, culpa, autoestima baja y muchas otras implicaciones, la iglesia en general me brindo el consuelo que necesitaba.
Hoy se puede ver la recuperación de la que he salido. Este trabajo es para aquellos que quizá no la han conseguido y que han sentido que sus iglesias no han  realizado una labor eficaz en su dificultad, al igual que a los pastores animarlos a darles la atención necesaria para este grupo de marginación poco tenido en cuenta.

La iglesia sabe que los procesos de crisis que viven las personas, son su labor esencial, ellas viven para ayudar a la comunidad, y en este proceso de dolor como lo es el divorcio, es necesario que ella se haga presente, de manera que pueda presentar una teología sana e incluyente, y con una de las ramas de la ciencias humanas como lo es la psicología podamos tener nuestros auditorios eclesiásticos llenos de personas que han podido superar esta crisis, que puedan encontrar a un Dios que los humanice cada vez más, produciendo así una sociedad con valores éticos tan fuertes, en donde pueda predominar la justicia, y el amor mutuo.
Bibliografía
-       Maldonado, J.E. Crisis, Pérdidas y consolación en la familia. Libros Desafío. 2005. Pp. 36.

No hay comentarios:

Publicar un comentario